¿Qué hilo?
Ahora mismo no sé que escribir. Me siento en blanco. No tengo ninguna idea mental de lo que saldrá de mí. Mis dedos pulsan las teclas del ordenador y poco a poco nacen palabras. Negro sobre blanco. Surge algo a través mío. Una idea, un mensaje que se clarifica, toma forma. Mi estado mental es de no saber. ¿Mi humor? Incertidumbre con confianza. Placer con incomodidad.
Perpleja al darme cuenta que mi último post era de agosto.¿Cómo recoger el hilo que me conectaba a ti? Me digo que no hay nada que recoger. Todo está tejido, y al mismo tiempo no hay lugar donde agarrarse, como dice el Budismo, en esta caída al vacío que es la vida. La buena noticia es que no hay fondo. Girando en un planeta improbable, de una galaxia en un rincón de un universo en continua expansión.¿Qué puedo decir que sea significativo? ¿Qué te puedo decir que no hayas oído antes, o leído antes, o llegado ti mismo a esta conclusión? No tengo forma de saberlo. Por lo tanto, compartiré mi subjetividad. Una pequeña desnudez, una historia, confiando que tal vez resuene en ti.
Earl Grey con chocolate
Mientras escribo me doy cuenta de la intimidad del espacio en el que te escribo. Es un intimidad de té Earl Grey con leche y chocolate negro. Me explicaré. A principios de mi veintena, justo después de terminar de estudiar, fui a Inglaterra a hacer hacer unas prácticas. Venía justo de terminar una beca Erasmus en Italia, y aún me duraba el embrujo de la vida de estudiante en este país hermano. Las prácticas estaban en Coventry en el centro de la isla británica. Un lugar conocido por ser como una especie de castigo, no es casual la expresión de «to be sent to Coventry». Tras la Dolce Vita, de repente me encontré trabajando de 8 a 3 en una filial de multinacional de ambiente cerrado, viviendo en un suburbio aislado en pleno invierno, sin medio de transporte, amigos, contactos, y con el dinero justo. Con problemas digestivos que luego supe eran somáticos. Y por si fuera poco, mi pareja mosca debido a que después de Italia había ido a Inglaterra, y no quería saber nada de mí.
Y me pregunté ¿Qué demonios hago yo aquí?
Contacto con uno mismo
La respuesta vino rápida y clara: mejorar tu inglés. Esto me permitió soportar las condiciones que me hubieran hecho huir a la primera de cambio y poco, poco transformarlas. En medio de este periodo de resistencia, me vino a visitar mi amiga Ina. El chute de energía fue brutal. Yo seguía trabajando, y al llegar a casa, ella me esperaba por un ritual de té Earl Grey con azúcar y leche, acompañado de chocolate negro. Después hablábamos durante horas, cocinábamos e íbamos a dormir como dos hermanas. Al fin de semana nos escapamos a la trepidante Londres, y otro nos perdimos por Stratford-upon-Avon, el lugar natal de Shakespeare. Después de unos días Ina se marchó. Y poco a poco Coventry dejó de ser Coventry para transformarse en una puerta de entrada a la cultura India a través de mi compañera de piso. Y una oportunidad para profundizar en la geografía y cultura del país de la mano del grupo excursionista local. Pero sobre todo una experiencia para entrar en contacto conmigo misma y con la capacidad de crear mi camino.
Viaje al centro de uno mismo
En el mismo sentido, algunos de los programas de coaching de seis meses que ofrezco emerge un viaje que la persona quiere hacer. Nada más lejos del típico viaje de vacaciones. De este periodo de auto-exploración nacen deseos del alma, y uno de ellos es un viaje interior o exterior. El caso de Lía a punto de irse fuera durante cinco meses, el viaje es una oportunidad para encontrarse con su propia soledad, experiencia que se ha negado desde que muy joven empezó a vivir en pareja. En el caso del Luis, el viaje es un momento crítico para un cambio de rumbo profesional, en el que fuera de su contexto habitual poder verse a sí mismo y emprender nuevos pasos sin condicionantes.
Templo de la propia soledad
No hay que subestimar el poder de un cambio de contexto. El contexto que te rodea y las personas que lo componen es lo que te recuerda quié eres y qué has de hacer, … .por eso, entre otras cosas, cuesta tanto cambiar. Cuando ya no eres quien solías ser, el contexto se empeña en hacerte encajar. En cambio cuando sales de tu entorno resulta más fácil conectar con quién eres y lo que viniste a hacer. Al hacerlo estás construyendo o mejor forjando el templo de tu soledad adulta, en palabras del poeta David Whyte (del poema The House of Belonging).
R.M.Rilke en su Carta número 7 de Cartas a un joven poeta, también habla de soledad como un espacio difícil conquistar, pero absolutamente necesario para amar de verdad. Un espacio en el que precisamente, el acercarte a ti mismo se convierte en un puente hacia los otros para conectar desde la autenticidad y el sentido. Tal y como hago en este post: desde mi soledad a la tuya.
Buen otoño,
Coaching grupal a través de la poesía. Enero, febrero, marzo y abril de 2019.
Preciós i molt cert
M ha encantat Magda!
Moltes gràcies Silvia ;+)
Hola Marga. Es per mi una novetat i a la vegada una curiositat que vull compartir sobre l’experiència que comentes a l’inici d’aquest escrit,
I per mi, com a mínim en aquests moments va de mandra. Com la mandra d’escriure em pot fer pensar i sentir que no tinc res a pensar, a dir i per tant res a escriure sobre un paper. Però si venço la mandra d’agafar un llapis i apropo la ma a un full en blanc, el llapis es precipita agafant vida pròpia i comença a lligar lletra a lletra, sense pensar-hi gaire o fins i tot gens. I un discurs amb sentit comença a aparèixer. Sembla màgia i en aquell moment em juro que ho faré cada dia. Però…, no és així, trigo dies, setmanes fins i tot.
M’ha agradat llegir el teu text i poder compartir aquesta reflexió amb tu i no se si amb algú mes que li passi el mateix.
Bona nit.
moltes gràcies Mercè per la teva reflexió. Parles de la mandra com estat emocional amb la seva pròpia agenda de no fer res. Descrius que quan ets capaç de no fixar-te ni identificar-te amb aquesta mandra, o dit d’una altra forma de no acceptar-la ni rebutjar-la, sino simplement d’atravessar-la, llavors sorgeixen coses inesperades. Els estats mentals i emocionals són sempre transitoris. Si observem bé la nostra experiència sempre és canviant: tant si és positiva com si és negativa. En aquest sentit, per cultivar el «no aferrament» o «no apego» l’únic que cal fer és aplicar la llum de l’atenció a tot allò que ens passa. De vegades pot fer por portar la llum de l’atenció a allò que pensem o sentim, tement que d’aquesta forma s’instal·li en nosaltres. I en canvi és justament al contrari, és quan no ho observem i ho fem conscient, quan estem precisament donant energia a aquesta part de la nostra experiència.