De naturaleza reflexiva, al final de día me gusta hacer balance de lo que ha sido del mismo.
Durante años, valoraba el día en función de cuanto había conseguido. Me gusta sentirme productiva, encuentro sentido en lo que hago, y me llena de satisfacción el logro, tanto en proceso como en resultado.
APRENDIENDO A SOLTAR
Y sin embargo, durante los últimos años ha habido un cambio en esta forma de ver las cosas.
Continúo organizada y enfocada en cuanto a mis prioridades, pero las sostengo sin aferrarme a ellas. ¿Qué quiero decir con sostener sin aferrar? Pues muy sencillo, antes cuando salían contratiempos que me impedían llevar a cabo mis planes, me sentía mal y me frustraba dejándome embargar por cierta negatividad.
Ahora, continúo prestando atención y dedicando tiempo a mis prioridades, y al mismo tiempo estoy a la escucha de algo más importante que ellas: aquello que la vida quiere hacer a través mío. Y es que en palabras de mi maestro James Flaherty, “tal vez le debamos algo a la vida”,…
Lo más curioso de soltar el apego a mis planes es que cuento con más energía, más positividad y apreciación por los planes que la vida me regala, superando siempre los que yo hubiera podido idear. Esto me llena de humildad, y me hace ser más flexible con todo lo que surge.
AUTORREFLEXIÓN
A modo de reflexión, te invito al final del día durante una semana a hacerte la pregunta: Pensando en planes pequeños y grandes, ¿Como se me ha dado hoy que mis planes se desmoronen? ¿Cómo me he sentido, cómo he reaccionado?