Dancers Ways o encontrarse a través del baile

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Llegando

Tras cuarenta y cinco minutos conduciendo hacia las montañas, sigo el coche de Gerard Marsal hasta el lugar del encuentro. El GPS no encontró la carretera hacia el lugar. Siento una mezcla de emoción y familiaridad. Emoción por conocer a esta tribu única de profesores, bailarines, músicos y almas libres que se han unido en Dancers Ways. Familiaridad porque mi abuela nació en Alcover, justo debajo de la montaña en la que estamos.

Al bajar del coche, un gran perro me saluda como si fuésemos viejos amigos. Me siento bienvenida. El aire es húmedo y el bosque que nos rodea me genera un efecto de sentirme enraizada. Mientras Gerard me guía por el lugar, percibo cierta gravedad alrededor del trabajo que está teniendo lugar. Patricia García (Alhazar), profesora y una de las personas fundadoras de Dancers Ways, profundiza sobre esto mientras nos sentamos a tomar una taza de té caliente. El retiro acaba de empezar hoy, y ella guió al grupo en una meditación para ver el camino de su vida hasta este momento. Ella dijo, «Es un grupo increíble. Se abrieron, inmediatamente. Están haciendo el trabajo, tal como debe ser: encontrarse a través del baile».

El contenedor

El grupo, compuesto en su mayoría por mujeres de entre 16 y 50 años de todo el mundo, se ha reunido en este centro de retiros durante cuatro días. Su intención: explorar y crecer a través de la danza.

La primera cosa que me impresiona es el número de personas que hacen posible este contenedor de muchas cosas, el conjunto. Lo que quiero decir con esto, es toda la organización y preparación para que los participantes puedan hacer el trabajo que han venido a hacer. Empezando por el lugar, siguiendo por la música en directo dirigida por Gerard, hasta la iluminación, el sonido, la fotografía, la grabación, la traducción, y una miríada de pequeños detalles que aseguran que esta experiencia sea única.

Profundizando

Comparto con Patricia mi idea para el taller de después de la cena y vamos a la cúpula donde está sucediendo el último taller de coreografía-improvisación del día. Entramos en la sala, y de repente, me quedo sin palabras. Veo a un hombre. Veo bailarinas. Entonces un grupo. La conciencia del grupo comienza a hablar cuando un hombre susurra, escucha y baila: Illan Rivière está enseñando.

Su presencia afilada llena el espacio. Me da la sensación de que está trabajando con arcilla. Su cuerpo son sus manos, y los bailarines, el grupo, son la arcilla. Las manos están incitando la arcilla: «¡Cambia el estado! ¡Cambia de nuevo! ¿Cuál es tu calidad ahora? ¡Cambia!». Él la está amasando, dándole forma, moldeándola. La arcilla se vuelve más elástica y se forma libremente. «Ahora escuchad el espacio, escuchad el espacio interior, escuchad el espacio entre vosotros, escuchad el espacio del grupo…». Illan rodea a los miembros del grupo, los alienta, los desafía. «¡Dejaros cambiar! ¡Encontrad una nueva calidad! ¡Cambiad el espacio, sed cambiados por él!». Las manos, el cuerpo de Illan, muestran lo que él quiere que haga la arcilla, y la arcilla se inspira, es juguetona, fluida. Responde.

La primera vez que vi bailar a Illan, fue hace ocho años y me sorprendió su talento. Aquella vez él estaba en el escenario. Ahora en su papel de profesor, varios años después, me siento privilegiada de verlo transmitiendo su método. En este momento sus manos cambian de estar trabajando con arcilla a esculpir piedra. Como un maestro en la escultura, su cuerpo-alma esculpe el espacio con sus movimientos, con la danza. Así como Miguel Ángel se mueve al esculpir a David, los movimientos de Illan son precisos, elegantes y fundamentados. Con sus movimientos, el grupo continúa evolucionando. Adopta una forma, y otra, y otra. Percibo en el grupo placer, dolor, esfuerzo, fluidez… una deliciosa danza de cosas opuestas, que los participantes parecen disfrutar también. «Vamos a bailar para siempre», declara Illan, y ellas aceptan el desafío…

¿Por qué estás aquí?

Después de la cena, regreso a la cúpula para preparar el espacio y enraizarme. Me siento en círculo, con cojines para cada participante. El primer participante llega, nos saludamos y comenzamos a compartir. Luego, el siguiente, hasta que se completa el círculo. Dirijo una meditación sobre nuestro propósito único y cómo evocarlo a través de nuestra intención, una y otra vez. Viajamos, volvemos. Después de esto, invito a compartir y empieza una exploración viva. Suenan ideas como el hecho de que a veces nuestro único propósito está ligado a la curación de nuestro pasado. En otras ocasiones, lo que pueden parecer obstáculos para nuestro propósito, son nuestros mejores aliados. A menudo no tenemos respuestas articuladas al por qué estamos aquí, pero sabemos cuando estamos haciendo nuestro trabajo por cómo nos sentimos. Nuestro cuerpo lo sabe, y también nuestra alma.

Todo es posible

Como dijo Illan cuando enseñaba, «sólo intentadlo… no puede pasar nada… sólo es danza». Y sin embargo, debido a esto, al darte a ti mismo el cuerpo y el alma a través de la danza, cualquier cosa puede suceder: puedes sanar, puedes descubrir aspectos desconocidos de tí mismo, o incluso si estás listo, podrías tener tu más feroz diálogo con la vida sobre tu propósito único.

Cerramos y me me encuentro cambiada para siempre. Mi alma elevada, profundamente inspirada por este grupo de almas valientes que se han unido audazmente estos cuatro días para profundizar su vitalidad y singularidad.

Artículo publicado en el blog de Dancers Ways el 8 de febrero de 2018.

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