
(POST PUBLICADO EL 1 DE AGOSTO DE 2019)
Submarino
Hoy me preparo para ir a la radio a hablar de comunicación explícita. Salgo con tiempo. De camino paro en una cafetería, pido un zumo de naranja y comienzo a hojear el periódico. Leo el titular «Un Chernóbil en el fondo del mar de Noruega» y de forma instantánea me adentro en esta historia de miedo, leyendo el artículo entero. Poco a poco me voy poniendo nerviosa. Pienso en la industria pesquera de Noruega y los miles de familias que alimenta. En todos los seres que sufrirán por la radiación liberada. Me digo a mí misma que dejaré de comer pescado. Pienso en mi hija, en todo lo que deberá tener en cuenta. Alimentos que no podrá comer, lugares donde no podrá viajar. A estas alturas me embriaga una nube estridente desesperación. Llego a los estudios de la radio, y no sé cómo hacer para empezar lo que vine a hacer.
Daños a la Tierra
Los daños al planeta por la huella humana llevan bastantes años de recorrido. Y sin embargo, esta verdad, se ha ignorado, minimizado y negado durante mucho tiempo. Ahora las cosas están tomando otro cariz. La escala del daño está escalando, y cada una de estas crisis nos resultan más familiares: cambio climático, calentamiento global, polución del aire, desertización, extinción de especies, contaminación por plásticos. Parecen invitados incómodos que entraron en nuestra casa por la puerta de atrás primero, y ahora por la puerta grande. Los medios de comunicación se han volcado de lleno a difundir esta realidad y otras iniciativas ciudadanas como Fridays for Future, se unen al trabajo de fondo que movimientos ecologistas llevan años haciendo.
Preparación psicológica para sentir
Más allá de mi experiencia, cada vez llegan más personas a mi práctica de coaching que plantean no saber cómo afrontar estas realidades que las afectan profundamente, generando frustración y desesperación. Comparten su sentir por lo que está pasando en el planeta, con duda y vergüenza, como si hubiera algo de negativo en el hecho de poner nombre a este sufrimiento, como si no fuera digno de compartirlo. También está presente la culpabilidad por sentirse parte causante del daño.
En este marco, la pregunta que me planteo es: ¿Estamos preparados psicológicamente para sostener las crisis planetarias en las que estamos inmersos? En mi opinión, es que no, no lo estamos.
Pautas para orientarse
Entonces la cuestión se convierte, en ¿Cómo nos preparamos?
Os hago una propuesta, generada por mi propia experiencia y del trabajo de la activista Joanna Macy, que hace años que comparto y me acompaña:
1- PRECAUCIÓN PSICOLÓGICA
Cuidar psicológicamente de uno mismo. Exponerse a los medios con cautela y preparación. Ser precavidos a la hora de compartir noticias y hechos sobre la crisis ambiental con niños y niños. Si estas realidades nos resultan muy complejas de sostener a personas adultas ¿Cómo podemos pretender que ellos lo asimilen?
2- HONRAR EL DOLOR: SINTIÉNDOLO, EXPRESÁNDOLO Y COMPARTIÉNDOLO
Cuando nos encontramos inmersos en las emociones que la crisis genera, buscar espacios para sentir y compartir nuestras preocupaciones y expresarlas individual y colectivamente. Honrar este dolor, como dolor legítimo y necesario, dado lo que está sucediendo.
3- CONECTAR CON LA GRATITUD Y DEJAR QUE ESTA NOS MOVILICE.
Conectar con la gratitud de estar vivos y dejar que esta nos movilice por el cambio en positivo, en la escala en que nos sea posible.
4- DESVINCULAR NUESTRA ACCIÓN DE LOS RESULTADOS.
Cuando ante fenómenos globales como estos, comparamos lo que modestamente podemos hacer a nivel individual con lo necesario, es fácil caer en el «no servirá de nada». El antídoto para esto es desvincular nuestra acción de los resultados. Hacer lo que creemos que tenemos que hacer, confiando en el devenir de la vida.
La expresión como parte de la respuesta
Volviendo al estudio radiofónico, al llegar explico a mi compañero de radio lo que he leído, y lo que ha generado en mí. Su escucha me permite enraizarme de nuevo y centrarme en lo que he venido a hacer. Por la noche hablo con mi pareja, que me escucha atento y recibe mi estado de ánimo. Escribo un poema que expresa mi sentir.
Pasan un par de días y me preparo para hacer una lectura de poemas junto un grupo de mujeres escritoras locales, en las fiestas de un barrio de mi ciudad. La selección que había hecho hace unos días no me encaja y decido compartir estos:
En Fukushima desde el tsunami,
cada día se derraman trescientas toneladas de agua radiactiva al océano.
Cada día derraman,
en el planeta,
en las aguas,
en la tierra,
en el aire que respiramos.
Medio mundo se contamina,
y una parte del futuro es amputada:
la salud de los que osen venir,
niños, animales, plantas.
Todos inocentes.
La estupidez humana abrió la caja de Pandora.
Fukushima mon cauchemar.
Fukushima mon cauchemar —- Magda Barceló
Hay un submarino en el mar de Noruega,
cargado de fuego-veneno.
De él emanan nubes radiactivas,
cada cierto tiempo.
Esta crisis la siento en las entrañas,
como dolor contenido por no ser adecuado,
por no ser expresado.
Entre preocupaciones y distracciones pasan los días.
Al igual que el submarino ruso,
libero cada cierto tiempo lágrimas,
suben a la superficie de mi cuerpo de muy adentro,
y no encuentro quien me ayude a secarlas.
Mirad, la vida es amenazada de muerte,
la tuya,
la mía,
la de los que vendrán.
Dame la mano y mírame a los ojos.
Sabes bien que necesitamos prepararnos,
para estos tiempos nuestros.
¿Qué será del vivir?
Podemos hacer,
y debemos hacer.
Y al fin de cuentas, como siempre ha sido,
sólo nos quedará amarnos.
Submarino —-Magda Barceló
Llega el día y leo los poemas ante una treintena de personas. Los reciben con silencio y atención. Algo es liberado. Algo es compartido. Poco a poco, vuelve a mí la alegría de vivir. Y sé con certeza, que este es el espacio desde donde quiero que nazcan mis acciones. Sean cuales sean las tormentas que ya están con nosotros, y las que vendrán.