
Hoy estoy en contacto con la belleza, entendida en el sentido platónico de lo virtuoso, lo bueno y lo verdadero.
Escucho a un político chino ante autoridades europeas afirmando que ahora lo más importante es proteger LA VIDA. Un alto dirigente del país en el que vivo hace suyas las palabras. La vida pasa a primer plano, por primera vez desde que tengo memoria. La vida por delante de la economía, de la política, y de un largo y estéril etcétera antepuestos durante demasiado tiempo a esta dimensión primordial.
Agradezco a la música que me marca un ritmo en estos días donde las rutinas se camuflan como miembros de una guerrilla. En medio del campo del juego del confinamiento me pierdo al menos un par de veces durante la jornada. Entonces pongo música, esta suena y yo existo en ella, en el compás se ordena sin darme cuenta lo que tengo que hacer y lo hago.
Celebro a mi hija y su forma de adaptarse a esta jaula temporal, entendiendo que no hay abuelos, ni parque, ni posibilidad de ir a ninguna parte, ya pesar de todo afrontando este tiempo sin guion como si se encontrara en el más emocionante del los parques de atracciones. La forma en como mi pareja se crece en momentos críticos como estos, haciéndolo el mejor compañero de viaje en esta travesía incierta.
Recibo pequeños gestos que matizan el día, con exquisitas tonalidades y texturas. Invitando a Beethoven al confinamiento, la vecina de arriba, con sus casi ochenta años se entrega sin reservas a las teclas de su piano. Amigos que llaman con el corazón a las puertas del móvil. Poetas cantando en las redes, inspirados por este exilio insospechado. Invisibles puentes de mirada y media sonrisa, entre extraños, en las furtivas salidas a la calle, gracias al virus que quizás ya ambos llevamos dentro.
Admiro la labor de los profesionales sanitarios que discretamente afrontan el enemigo invisible cuidando y cuidándose, y también de los periodistas que se esfuerzan en explicar lo que este periodo nos está enseñando, más allá del alarmismo fácil, compartiendo noticias alentadoras y útiles.
Siento la dulzura que siempre está conmigo, pero que con este ralentizar del tiempo, se deleita en mi piel, infusionando mi entorno con inspiración, juego y nostalgia a partes diferentes según el instante.
Y tú, ¿Dónde encuentras la belleza en estos momentos extraños y particulares?