El presente como camino a casa. ¿Por qué es importante volver?
(continúa del post Cuando presencia y vitalidad van de la mano)
Realmente, no “me gustas cuando callas y estás como ausente”
Poema 15 de Veinte poemas de amor y una canción desesperada Pablo Neruda
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Dice Neruda en su poema 15: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto.” En efecto, cuando no estamos presentes, es de alguna forma como si no estuviéramos, como si hubiésemos muerto. Así el poeta confiesa al final del poema: “Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.” Y es que no estar presente no mola. Ni a nosotros, ni a los que nos rodean. Los niños lo notan enseguida, cuando nuestra presencia baja y si no están acostumbrados a ello, reclaman que volvamos a su lado. Aunque nuestra falta de presencia sea la mayor parte de las veces inconsciente, yo lo interpreto como una falta de respeto a la vida. Por eso, la falta de presencia nos quita vitalidad, pues sin presencia, la vitalidad no nos hace falta, mientras sutilmente nos acercamos a la muerte.
¿Qué nos regala estar en el momento presente?
El premio de atender abiertos y vulnerables al festín de la vida es….. MÁS VIDA!. Más vitalidad, sentir más, más conexiones, más intensidad, más oportunidades, más transformación. Porque todo en la naturaleza está constantemente cambiando. Y cuanto más presentes estemos, más de acorde a la naturaleza podremos fluir.
Sin embargo, presentarse determinados al festín de la vida no es una tarea banal. A mi entender requiere dos requisitos básicos: coraje y recorrer el camino a casa una y otra vez.
Coraje para tener el valor de sentir. Sentir lo agradable, como la brisa del viento en nuestra piel, el abrazo de un amigo, la sencillez de unas palabras inesperadas, y también lo menos agradable. Como lo amargo de una relación que parece estancada. La sensación de no encajar en un grupo. El dolor físico y emocional de tener que hacer frente a una enfermedad propia o de una persona cercana.
Sin pretensión de ser exhaustiva, aquí comparto algunas formas de recorrer el camino a casa hacia la presencia, nuestro lugar de pleno derecho.
Camino a casa 1: habitar el cuerpo
¿Cuándo fue la última vez que bailaste de forma desatada? Bailar conectando con la música, y dejando que nuestro cuerpo la siga con su movimiento es una práctica fabulosa para aumentar la presencia.
También lo son el ejercicio consciente por ejemplo el yoga, el trabajo corporal (body work) y estar en la naturaleza, ver mi post sobre el tema ¿Porqué alimentar a tu alma salvaje?.
Camino a casa 2: integrar la mente
Una forma de calmar y entrenar la mente antes de pasar a prácticas más avanzadas son la relajación y el yoga. Ambas nos permiten aflojar tensiones, abrir el cuerpo y desde esta base iniciar prácticas de meditación.
Meditar sin haber abierto y relajado el cuerpo, puede tener, y en casi todos los casos tiene, el efecto de aumentar aún más nuestra actividad mental. También nos puede calmar la mente a través de desconectarnos de nuestro cuerpo, sensaciones y emociones. De este modo las personas que meditan de este modo están, sin saberlo, practicando la evasión espiritual, término acuñado por Robert A.Masters. La evasión espiritual consiste en pasar de puntillas sobre los aspectos más crudos de nuestra vida para relajarse en “estados superiores”, lo que precisamente nos condena a estancar nuestro crecimiento personal.
La meditación, cuando no nos desconecta sino que nos abre a nuestra experiencia encarnada resulta una forma de ver los mecanismos a través de los cuales perdemos presencia y profundizar en ellos. Desarrollando una relación íntima y de aceptación con los mismos, podemos ser capaces de integrarlos y trascenderlos.
Otra forma de llevar los pensamientos al lugar donde corresponden – como una parte más de nuestra experiencia pero no la única – consiste en escribir en un diario nuestro flujo de conciencia sobre lo que ocupa nuestra mente, inspirados en las páginas matutinas de Julia Cameron . Parece sorprendente lo que habita a un nivel subconsciente y ponerlo en papel, le da espacio para que deje de interponerse en nuestras vidas.
Camino a casa 3: cultivar la presencia en relación
La primera relación es con nosotros mismos. Y esta relación es la base de todo. Una forma de dar espacio a la relación con nosotros mismos es a través de la soledad, creando espacio para la introspección.
En un segundo nivel, las relaciones con otros son indispensables pues no podemos desarrollarnos como personas más allá de lo que se han desarrollado nuestros maestros.
Existen comunidades de aprendizaje formales e informales que fomentan la presencia. Algunas de las fundamentales para mi han sido Pluribus , Coming Into Your Own, New Ventures West y el Integral Center, entre otras. Actualmente, estar en relación con maestros en el ámbito del coaching, el espiritual y el somático me invita a niveles mayores de presencia y consciencia. También existen comunidades que fomentan la ausencia. En lugar de conectarnos al momento presente nos desconectan de él. Aprender a discernir cual es cuál y a elegir en consecuencia es determinante.
El coaching es en si una relación fundamentada en la presencia. Mis sesiones son una invitación a estar presente. En este sentido, mi capacidad de estar presente a todo lo que comparte la persona a la que acompaño, sea consciente o inconsciente, facilita la calidad transformadora de las mismas. En palabras de Decker Cunov, uno de los fundadores del Integral Center “Si hay algún lugar adonde ir, es a estar más aquí y ahora”. En mis sesiones de coaching, el momento presente despliega un holograma hacia la totalidad de la persona y todo lo que le ocurre en su mundo. Desde ese espacio, transformaciones profundas tienen lugar.
Mirada interior
¿Qué resuena en ti de lo que has leído? ¿Qué caminos a casa ya practicas? ¿Qué otros podrías añadir? ¿Qué puedes hacer o dejar de hacer al tomar conciencia de esto?
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Cuando presencia y vitalidad van de la mano
Apareciendo, desapareciendo
Hace unos días tuve el placer de conocer parte de la obra pictórica de la brillante Alba Casanovas. Quedé totalmente cautivada por la colección Vera Icona, de las fotos de este post. Le pregunté a Alba sobre el porqué de la colección y me habló de la presencia, del impacto de la misma y de cómo aparecemos y desaparecemos en el fluir de nuestras vidas. De forma inmediata, me conectó con mi experiencia con personas a las que acompaño a través del coaching.
Presente, puerto presente
Cuando estamos presentes, habitamos nuestro cuerpo, nuestra alma nos acompaña en el momento presente y estamos conectados y atentos al momento. Miramos más a los ojos, interactuamos más libremente y las personas que están con nosotros nos sienten cercanos. La conexión que sentimos con la vida hace que se abran nuevas posibilidades a cada momento. La canción de Macaco y Fito, Puerto Presente, transmite muy bien la idea.
Eckhart Tolle en el Poder del Ahora lo expresa de forma cristalina: “Si tu mente arrastra la pesada carga del pasado, lo que harás será experimentar más de lo mismo. El pasado se perpetua a si mismo a través de la falta de presencia. La calidad de tu consciencia en este momento, es lo que da forma al futuro”.
Vivir mentalmente = falta de presencia
Una de las epidemias de nuestro tiempo y civilización es que vivimos demasiado en la cabeza, en nuestros pensamientos. Y a la mente no le gusta estar presente. Su naturaleza es la de preocuparse y dar vueltas a todo, residiendo en el pasado o en el futuro.
Vivir en la era de la información nos invita a vivir desde lo mental, desconectados en cierto modo de nuestro cuerpo. Una metáfora brutal de ello se muestra en la película The Matrix. Los cuerpos de la gente están enchufados en las máquinas que recogen electricidad. Sin embargo las personas no se dan cuenta porque han dejado de habitar sus cuerpos y viven tan solo a nivel mental.
¿Porque nos vamos?
Perdemos presencia por una multiplicidad de razones.
Por ejemplo, dejamos de estar presentes cuando estar en nuestros cuerpos y sentir lo que sentimos resulta demasiado doloroso. Aunque esto es conocido de situaciones traumáticas, nuestra presencia se puede ver afectada por muchas experiencias que a la vista no se interpretarían así. Según Peter A. Levine, experto en traumas, el trauma no depende de la circunstancia en si, sino de como la persona lo vive. De forma que a una persona le puede resultar traumática un tipo de experiencia, mientras que a otra, la misma experiencia no le deja ningún tipo de huella. En cualquier caso, situaciones traumáticas se registran en nuestro cuerpo en forma de tensión, perdiendo flujo vital y presencia.
Relaciones con estados emocionales
Estados emocionales que nuestros padres no sabían gestionar, nos puede llevar a una falta de presencia. Por ejemplo, si a mis padres les resultaba muy difícil de gestionar la rabia, hicieron de eso un estado no admitido en la familia primero y luego esta norma se interiorizaría en mí. De esta forma, mi expresión del enfado se verá comprometida, y a no ser que lo trabaje conscientemente, me será difícil estar presente con esta emoción cuando aparezca y aún más expresarla.
Detectar cualquier estado emocional que nos haga perder presencia es el primer paso para atajarlo. De ahí, la forma de avanzar que propone Augustus Masters y con la que coincido plenamente es la de atravesar el estado quedándonos presentes al efecto del mismo en nosotros: en nuestro cuerpo, en las emociones, sus pensamientos asociados, sus llamadas a la acción. Para un ejemplo de cómo atravesar una emoción ver mi post Las emociones como portal a la plenitud. Otra forma de atravesar la emoción es compartiendo lo que nos está ocurriendo en relación a otros. Poner nombre y estar con los mecanismos que nos quitan presencia es volver a ella.
Presencia en relación
También perdemos presencia cuando crecemos o estamos con personas que no están presentes. Los niños beben de los adultos que los crían y de modo inconsciente mimetizan su “ser y estar” en el muno. Existen relaciones con un nivel muy bajo de presencia, lo que nos mantiene en ese nivel. También es cierto lo contrario. Al estar con personas que están muy presentes, nos sentimos invitados al aquí y al ahora por su presencia, su curiosidad, la cualidad de sus interacciones. Estar con estas personas aumenta nuestra intensidad vital.
Mirada interior
Por un momento, pon atención en tu vida. ¿Qué emociones te resulta difícil sentir? ¿Qué zonas de tu cuerpo están tensas e insensibles? ¿En qué situaciones pierdes presencia? ¿Cuál es el estado interior (sensaciones, emociones, pensamientos) cuando este sucede? ¿Con qué personas te sientes más presente, más vivo?
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Las emociones como portal a la plentiud… ¿Celos incluidos?
Me fascina el canto de Rumi sobre el alma humana en sus poemas. En concreto la invitación a la plenitud que realiza en muchas ocasiones. La casa de huéspedes es un delicioso ejemplo de ello.
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad.
Cierta conciencia momentánea llega
como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
que vacían tu casa con violencia.
Aún así, trata a cada huésped con honor.
Puede estar creándote el espacio
para un nuevo deleite.
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia,
recíbelos en la puerta riendo
e invítalos a entrar.
Sé agradecido con quien quiera que venga,
porque cada uno fue enviado
como un guía del más allá.
EMOCIONES SEGÚN RUMI
El mensaje resulta potente. Escucha a todas tus emociones y entra en contacto con ellas, “porque cada una fue enviada, como un guía del más allá”. Y la elocuencia según mi interpretación es clara: las emociones son señales que nos conectan con nuestro estado real, consciente o inconsciente. Escuchándolas, mi experiencia es que podemos conectar con patrones inconscientes sin resolver y, al abrazarlos, trascenderlos. A menudo, durante muchos años de práctica.
¿EMOCIONES INDESEABLES?
Llevo siguiendo este camino durante bastante años con emociones como el enfado, la rabia o la pena y, sin embargo, hay emociones que resultan más incómodas, al igual que invitados a los que les resulta más difícil de acoger o sostener durante el tiempo que pasan entre nosotros. La última semana me visitó una emoción con reputación de monstruo verde, “green eyed monster”: los celos.
Fruto de una situación familiar, esta emoción me envolvió de un humo de veneno amargo. De hecho, parecía no sentirla yo la emoción sino más bien resultaba una vibración que emanaba de mi hacia afuera.
EL REGALO DE LOS CELOS
Según Karla McLaren, el regalo de la emoción de sentir celos es una invitación a poner atención en áreas como el compromiso, la seguridad, la conexión, la lealtad y la justicia. Afirma que los celos emergen en respuesta a retos que pueden desestabilizar nuestra conexión con el amor, retención de pareja o lealtad. Estos retos, pueden venir de fuentes externas, de un sentido interno de falta de autoestima o de ambas. Nos invita a considerar las preguntas: ¿Qué ha sido traicionado? ¿Qué necesita ser sanado y curado?
AL CORAZÓN DE LA EMOCIÓN
Al darme cuenta de la emoción, mi primera reacción fue de rechazo. No quiero sentirme celosa. A mi edad, que tontería. Es ridículo. Y sin embargo, la emoción persistía. Decidí reconectar con mi compromiso de aceptar todo lo que surja en mi sin juzgarlo y desde una actitud de curiosidad no reactiva. Entonces la experiencia cambió.
Una parte de mi, cercana a la niñez, se sentía mal. Sentía que algo estaba en riesgo. Los celos, como una alarma, apuntaban a estar en máxima alerta. Me relajé y le pregunté a esa parte de mi: ¿Qué era lo que estaba en riesgo? ¿Qué era aquello que temía? Había miedo. ¿Miedo a qué? Al rechazo, a ser herida de nuevo. También había una contracción en mi corazón. Como una ligera congelación. Antes que me rechacen, rechazo yo, decía la emoción de los celos. Después de esta sesión de circling y focussing conmigo misma, de llorar y aflojar aquello que estaba tenso, me sentí diferente. En otro espacio más relajado, más cálido. No había rechazo en mi, ni reactividad. Algo había sido aceptado, incluido y trascendido.
FOCUSSING / CIRCLING
Hoy mismo, con una persona a la que acompaño a través del coaching integral, hemos trabajado un miedo con resultados similares. El cuerpo, depositario de nuestro inconsciente —en palabras de Reggie Ray—, almacena patrones de nuestro ego en forma de tensiones. A través del circling y el focussing, conseguimos ir a esta tensión, a la emoción y al constructo mental correspondiente tocarla, aceptarla, incluirla y trascenderla.
INVITACIÓN
La próxima vez que sientas algo que no quieras sentir, te invito a parar y a darte cuenta de ello. Considera la posibilidad de acercarte a la emoción, ver como se registra en tu cuerpo y escuchar el mensaje que trae. Al hacerlo, deseo que recibas el regalo de la misma, ya que sea cual sea su forma, aumentará la plenitud en tu vida.
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