Crítico interno: cuando el enemigo es una parte de ti (II)
(continúa del post anterior)
¿Qué hacer en pleno ataque?
Fruto de mi propio aprendizaje y de acompañar a personas a través del coaching integral he desarrollado esta pauta para poner en práctica durante un ataque del crítico interno.
- Date cuenta e internamente afirma: “Esto es un ataque del crítico interno”
El crítico interno – de entre otras voces – se le identifica por ser una voz sin corazón, a menudo cruel y a veces despiadada. - Respira: lleva la respiración al vientre y déjate calmar por la misma.
- Conecta con las sensaciones físicas y pregúntate: ¿Qué siento? ¿Cuál es el mensaje del crítico?
- Crea espacio entre tu yo verdadero y lo que está sucediendo dándote cuenta de que tu no eres esa voz ni tampoco la que se defiende de ella. Repite estas palabras si te sirve de ayuda: Yo no soy esta voz ni tampoco la que se defiende de ella.
- Autocompasión: Conecta con un espacio de compasión hacia ti mismo en el que albergar al crítico y a la parte de ti que está siendo atacada y/o está defendiéndose. Quédate con las dos, al igual que un buen amigo de ambas.
- Evita dejarte llevar por la llamada a la acción de las defensas al crítico. Intenta mantener la batalla en el fuero interno. Si buscas las culpas fuera perderás de vista todo el complejo y la oportunidad de aprender de ello. Si esto no es posible, acéptalo y pide después las disculpas necesarias.
- Aprovecha la calma después de la tormenta para escribir sobre ello y aprender de tu crítico, tus defensas y sobre como actuar la próxima vez que aparezca.
Prácticas para entablar relación con el crítico
Más allá de la immediatez de hacer frente a la situación cuando ocurra, al igual que con cualquier otra dimensión de nuestro mundo interior, las prácticas que desarrollen nuestro “testigo” interior – según acepción de Ken Wilber – van a ayudarnos a calmar la mente y a conocer al crítico. Prácticas como el yoga, la meditación, la contemplación, escribir en un diario nuestro flujo de conciencia,…ver mi post sobre el tema para más detalle, nos facilitarán el poder escuchar, conocer e integrar estas voces.
A medida que vayamos identificándolas, resulta interesante preguntarse sobre su procedencia y sobre la naturaleza de su agenda:
- ¿Quien es la voz en cuestión o a quien representa?
- ¿Qué se supone que debes hacer según esta voz?
- ¿Quienes son los otros en función de esta voz?
- ¿Cómo es el mundo para ella?
Para trabajar con distintas voces críticas, ayuda el ponerles nombres tal y como si se tratara de personajes de una obra de teatro. De modo que cuando vuelven a aparecer, es más fácil darse cuenta y desidentificarse de ellas.
Al mismo tiempo, una vez identificado el crítico, es interesante preguntarse ¿Qué hacemos cuando nos sentimos atacados por nuestro crítico interno? Responder a esta pregunta nos permitirá dilucidar los mecanismos de defensa frente al mismo. Esto es de crucial importancia pues nuestras defensas frente al ataque interno a menudo resultan tan o más problemáticas que los efectos del ataque en si.
Más sobre el crítico
Conocer a nuestro crítico y nuestros mecanismos de defensa es la única forma de integrar y trascenderlos. En este sentido, encuentro útiles y profundas las enseñanzas de Kirstin Neff y Robert Augustus Masters, así como en El Crítico Interno y la Autoaceptación editado por Tami Simon. El enfoque de Soul Without Shame de Byron Brown también resulta transformador. A todos ellos los integro en mi práctica de coaching.
Mirada interior
A mi entender el trabajo del crítico interno ejemplifica de forma rotunda el carácter arduo – del latín arduus, elevado, difícil – del crecimiento y evolución personales. No hay atajos en esta senda escarpada en la que el nuestros recursos internos y externos, la autocompasión y la práctica comprometida nos facilitan el ir avanzando hacia nosotros mismos.
A modo de auto-reflexión te invito a considerar estas preguntas: ¿Cómo es tu crítico interno? ¿De qué forma de obstaculiza o estanca tu potencial? ¿Qué vas a hacer al respecto?
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Crítico interno: cuando el enemigo es una parte de ti (I)
Ataques por sorpresa
Hasta el momento ha sido un día en familia estupendo, y todo parece ir bien. Una interacción sin aparente importancia, unas palabras me pillan distraída y dan en el blanco. De pronto me siento como una niña de siete años a la que acaban de reñir por ser desordenada, por repetir los mismo errores una y otra vez, por ser un desastre. Internamente me invade una sensación de vergüenza ardiente, siento que hay algo en mi que no está bien y me ofusco. Siento el impulso de defenderme atacando. Me doy cuenta de como las palabras han activado a mi crítico interno y de todo el proceso. Empiezo a observarlo todo sin dejarme llevar por el torrente emocional ni interactuar desde ese espacio. Empiezo a observar lo que ocurre desde una perspectiva mayor: el ataque del crítico, mi yo de siete años y mi mecanismo de defensa. Estos se convierten en objetos de mi conciencia y elijo sentir compasión por ellos. Las emociones pasan y vuelvo a mi yo adulto y evolucionado. No solo he capeado el temporal, sino que he hecho conscientes, partes de mi subconsciente integrándolas en mi ser.
Existen infinitas versiones del crítico interno como experimento cada día en mi práctica de coaching. Para Clara, una empresaria de éxito, su crítico interno se suma a las reuniones que ella y su socio tienen con clientes. En forma de sensaciones físicas o voces menos sutiles, le susurra que su socio es mejor, más inteligente y que sabe más de todo. Frente a ello, Clara se hace pequeña y casi no habla en las mismas, reforzando aún más el juicio cruel de su crítico interno, y también alimentando un resentimiento inconsciente hacia su socio.
La peculiar voz del crítico interno de Miguel, artista polifacético, le cuestiona sus capacidades internas en momentos de liderazgo, en los que compartir su talento y visión. Su crítico le dice que tansolo es uno más y que sus ideas no valen más que las del resto, con lo que termina reprimiéndolas. Esto paraliza a Miguel, dejándolo con una sensación de frustración e impotencia.
¿Alguna versión de esto te suena familiar?
¿Qué es el crítico interno?
Según Ken Wilber en Psicología Integral, una de mis lecturas de verano, una persona normal cuenta con una docena de subpersonalidades. Las subpersonalidades se experimentan como distintas voces en el diálogo interno de uno o en forma de sensaciones físicas. Algunas de las más comunes son las del ego padre/madre, hijo, adulto, conciencia, superior, inferior, yo auténtico, ser auténtico y el crítico interno entre otras.
Cada una de estas subpersonalidades cuenta con su propio nivel de desarrollo. Es por ello que al estar bajo los efectos de una de ellas, las personas actuemos de formas aparentemente contradictorias o desconectadas de nuestro yo adulto.
El origen de las subpersonalidades es cultural. Según mi experiencia en mi práctica de coaching, algunas de las subpersonalidades más problemáticas provienen del ámbito familiar, es decir de las voces críticas internalizadas del padre y/o la madre.
Las subpersonalidades complican las cosas, cuando las disociamos de nuestro yo consciente. Es entonces cuando selladas en el sótano de nuestro subconsciente, mandan dolorosas señales cuando las circunstancias apelan a ellas, bloqueando nuestras capacidades y potencial.
Dos actitudes básicas frente al crítico
El crítico interno se activa cuando surgen las circunstancias interiores o exteriores propicias.
Frente a esto, en mi experiencia hay dos actitudes conscientes o inconscientes de relacionarse con el crítico interno. Algunas personas elegimos profesiones o circunstancias que nos llevan a enfrentar a nuestro crítico interno. Uno de mis maestros, James Flaherty llamaba a esto “ir hacia el fuego”. Otras personas eligen formas de evitar circunstancias activadoras del crítico a toda costa, moldeando su vida en función de ellas. Sin embargo, cuanto más alienadas están estas voces más fuerza tienen, al igual que todo lo inconsciente, como brillantemente expresó C.G.Jung “Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú le llamarás destino”.
En mi próximo post compartiré prácticas sobre que hacer en pleno ataque de crítico interno, así como formas de entablar una relación con el crítico de modo que podamos integrarlo y seguir evolucionando.
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El presente como camino a casa. ¿Por qué es importante volver?
(continúa del post Cuando presencia y vitalidad van de la mano)
Realmente, no “me gustas cuando callas y estás como ausente”
Poema 15 de Veinte poemas de amor y una canción desesperada Pablo Neruda
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Dice Neruda en su poema 15: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto.” En efecto, cuando no estamos presentes, es de alguna forma como si no estuviéramos, como si hubiésemos muerto. Así el poeta confiesa al final del poema: “Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.” Y es que no estar presente no mola. Ni a nosotros, ni a los que nos rodean. Los niños lo notan enseguida, cuando nuestra presencia baja y si no están acostumbrados a ello, reclaman que volvamos a su lado. Aunque nuestra falta de presencia sea la mayor parte de las veces inconsciente, yo lo interpreto como una falta de respeto a la vida. Por eso, la falta de presencia nos quita vitalidad, pues sin presencia, la vitalidad no nos hace falta, mientras sutilmente nos acercamos a la muerte.
¿Qué nos regala estar en el momento presente?
El premio de atender abiertos y vulnerables al festín de la vida es….. MÁS VIDA!. Más vitalidad, sentir más, más conexiones, más intensidad, más oportunidades, más transformación. Porque todo en la naturaleza está constantemente cambiando. Y cuanto más presentes estemos, más de acorde a la naturaleza podremos fluir.
Sin embargo, presentarse determinados al festín de la vida no es una tarea banal. A mi entender requiere dos requisitos básicos: coraje y recorrer el camino a casa una y otra vez.
Coraje para tener el valor de sentir. Sentir lo agradable, como la brisa del viento en nuestra piel, el abrazo de un amigo, la sencillez de unas palabras inesperadas, y también lo menos agradable. Como lo amargo de una relación que parece estancada. La sensación de no encajar en un grupo. El dolor físico y emocional de tener que hacer frente a una enfermedad propia o de una persona cercana.
Sin pretensión de ser exhaustiva, aquí comparto algunas formas de recorrer el camino a casa hacia la presencia, nuestro lugar de pleno derecho.
Camino a casa 1: habitar el cuerpo
¿Cuándo fue la última vez que bailaste de forma desatada? Bailar conectando con la música, y dejando que nuestro cuerpo la siga con su movimiento es una práctica fabulosa para aumentar la presencia.
También lo son el ejercicio consciente por ejemplo el yoga, el trabajo corporal (body work) y estar en la naturaleza, ver mi post sobre el tema ¿Porqué alimentar a tu alma salvaje?.
Camino a casa 2: integrar la mente
Una forma de calmar y entrenar la mente antes de pasar a prácticas más avanzadas son la relajación y el yoga. Ambas nos permiten aflojar tensiones, abrir el cuerpo y desde esta base iniciar prácticas de meditación.
Meditar sin haber abierto y relajado el cuerpo, puede tener, y en casi todos los casos tiene, el efecto de aumentar aún más nuestra actividad mental. También nos puede calmar la mente a través de desconectarnos de nuestro cuerpo, sensaciones y emociones. De este modo las personas que meditan de este modo están, sin saberlo, practicando la evasión espiritual, término acuñado por Robert A.Masters. La evasión espiritual consiste en pasar de puntillas sobre los aspectos más crudos de nuestra vida para relajarse en “estados superiores”, lo que precisamente nos condena a estancar nuestro crecimiento personal.
La meditación, cuando no nos desconecta sino que nos abre a nuestra experiencia encarnada resulta una forma de ver los mecanismos a través de los cuales perdemos presencia y profundizar en ellos. Desarrollando una relación íntima y de aceptación con los mismos, podemos ser capaces de integrarlos y trascenderlos.
Otra forma de llevar los pensamientos al lugar donde corresponden – como una parte más de nuestra experiencia pero no la única – consiste en escribir en un diario nuestro flujo de conciencia sobre lo que ocupa nuestra mente, inspirados en las páginas matutinas de Julia Cameron . Parece sorprendente lo que habita a un nivel subconsciente y ponerlo en papel, le da espacio para que deje de interponerse en nuestras vidas.
Camino a casa 3: cultivar la presencia en relación
La primera relación es con nosotros mismos. Y esta relación es la base de todo. Una forma de dar espacio a la relación con nosotros mismos es a través de la soledad, creando espacio para la introspección.
En un segundo nivel, las relaciones con otros son indispensables pues no podemos desarrollarnos como personas más allá de lo que se han desarrollado nuestros maestros.
Existen comunidades de aprendizaje formales e informales que fomentan la presencia. Algunas de las fundamentales para mi han sido Pluribus , Coming Into Your Own, New Ventures West y el Integral Center, entre otras. Actualmente, estar en relación con maestros en el ámbito del coaching, el espiritual y el somático me invita a niveles mayores de presencia y consciencia. También existen comunidades que fomentan la ausencia. En lugar de conectarnos al momento presente nos desconectan de él. Aprender a discernir cual es cuál y a elegir en consecuencia es determinante.
El coaching es en si una relación fundamentada en la presencia. Mis sesiones son una invitación a estar presente. En este sentido, mi capacidad de estar presente a todo lo que comparte la persona a la que acompaño, sea consciente o inconsciente, facilita la calidad transformadora de las mismas. En palabras de Decker Cunov, uno de los fundadores del Integral Center “Si hay algún lugar adonde ir, es a estar más aquí y ahora”. En mis sesiones de coaching, el momento presente despliega un holograma hacia la totalidad de la persona y todo lo que le ocurre en su mundo. Desde ese espacio, transformaciones profundas tienen lugar.
Mirada interior
¿Qué resuena en ti de lo que has leído? ¿Qué caminos a casa ya practicas? ¿Qué otros podrías añadir? ¿Qué puedes hacer o dejar de hacer al tomar conciencia de esto?
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Cuando presencia y vitalidad van de la mano
Apareciendo, desapareciendo
Hace unos días tuve el placer de conocer parte de la obra pictórica de la brillante Alba Casanovas. Quedé totalmente cautivada por la colección Vera Icona, de las fotos de este post. Le pregunté a Alba sobre el porqué de la colección y me habló de la presencia, del impacto de la misma y de cómo aparecemos y desaparecemos en el fluir de nuestras vidas. De forma inmediata, me conectó con mi experiencia con personas a las que acompaño a través del coaching.
Presente, puerto presente
Cuando estamos presentes, habitamos nuestro cuerpo, nuestra alma nos acompaña en el momento presente y estamos conectados y atentos al momento. Miramos más a los ojos, interactuamos más libremente y las personas que están con nosotros nos sienten cercanos. La conexión que sentimos con la vida hace que se abran nuevas posibilidades a cada momento. La canción de Macaco y Fito, Puerto Presente, transmite muy bien la idea.
Eckhart Tolle en el Poder del Ahora lo expresa de forma cristalina: “Si tu mente arrastra la pesada carga del pasado, lo que harás será experimentar más de lo mismo. El pasado se perpetua a si mismo a través de la falta de presencia. La calidad de tu consciencia en este momento, es lo que da forma al futuro”.
Vivir mentalmente = falta de presencia
Una de las epidemias de nuestro tiempo y civilización es que vivimos demasiado en la cabeza, en nuestros pensamientos. Y a la mente no le gusta estar presente. Su naturaleza es la de preocuparse y dar vueltas a todo, residiendo en el pasado o en el futuro.
Vivir en la era de la información nos invita a vivir desde lo mental, desconectados en cierto modo de nuestro cuerpo. Una metáfora brutal de ello se muestra en la película The Matrix. Los cuerpos de la gente están enchufados en las máquinas que recogen electricidad. Sin embargo las personas no se dan cuenta porque han dejado de habitar sus cuerpos y viven tan solo a nivel mental.
¿Porque nos vamos?
Perdemos presencia por una multiplicidad de razones.
Por ejemplo, dejamos de estar presentes cuando estar en nuestros cuerpos y sentir lo que sentimos resulta demasiado doloroso. Aunque esto es conocido de situaciones traumáticas, nuestra presencia se puede ver afectada por muchas experiencias que a la vista no se interpretarían así. Según Peter A. Levine, experto en traumas, el trauma no depende de la circunstancia en si, sino de como la persona lo vive. De forma que a una persona le puede resultar traumática un tipo de experiencia, mientras que a otra, la misma experiencia no le deja ningún tipo de huella. En cualquier caso, situaciones traumáticas se registran en nuestro cuerpo en forma de tensión, perdiendo flujo vital y presencia.
Relaciones con estados emocionales
Estados emocionales que nuestros padres no sabían gestionar, nos puede llevar a una falta de presencia. Por ejemplo, si a mis padres les resultaba muy difícil de gestionar la rabia, hicieron de eso un estado no admitido en la familia primero y luego esta norma se interiorizaría en mí. De esta forma, mi expresión del enfado se verá comprometida, y a no ser que lo trabaje conscientemente, me será difícil estar presente con esta emoción cuando aparezca y aún más expresarla.
Detectar cualquier estado emocional que nos haga perder presencia es el primer paso para atajarlo. De ahí, la forma de avanzar que propone Augustus Masters y con la que coincido plenamente es la de atravesar el estado quedándonos presentes al efecto del mismo en nosotros: en nuestro cuerpo, en las emociones, sus pensamientos asociados, sus llamadas a la acción. Para un ejemplo de cómo atravesar una emoción ver mi post Las emociones como portal a la plenitud. Otra forma de atravesar la emoción es compartiendo lo que nos está ocurriendo en relación a otros. Poner nombre y estar con los mecanismos que nos quitan presencia es volver a ella.
Presencia en relación
También perdemos presencia cuando crecemos o estamos con personas que no están presentes. Los niños beben de los adultos que los crían y de modo inconsciente mimetizan su “ser y estar” en el muno. Existen relaciones con un nivel muy bajo de presencia, lo que nos mantiene en ese nivel. También es cierto lo contrario. Al estar con personas que están muy presentes, nos sentimos invitados al aquí y al ahora por su presencia, su curiosidad, la cualidad de sus interacciones. Estar con estas personas aumenta nuestra intensidad vital.
Mirada interior
Por un momento, pon atención en tu vida. ¿Qué emociones te resulta difícil sentir? ¿Qué zonas de tu cuerpo están tensas e insensibles? ¿En qué situaciones pierdes presencia? ¿Cuál es el estado interior (sensaciones, emociones, pensamientos) cuando este sucede? ¿Con qué personas te sientes más presente, más vivo?
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